Ella iba caminando bajo la raquítica luz de los faroles, era una de esas noches que llueve con timidez. Llevaba sus zapatos de tacón en la mano porque no resistía dar un paso más, había sido una noche casi eterna y agotada. Esperaba verlo, había anhelado tanto ese día, ¡era una lástima que él no hubiera ido a verla… tan linda que estaba!
Su casa estaba a unas cuadras mas no quería llegar aún. Se sentó a llorar en un banco, no sabía porque lo hacía, se sentía triste… Pero, ¿Cuál era la razón de su desdicha? Ni siquiera ella lo sabía, no era por él, cierto que sentía pena por no haberlo visto sin embargo no cumplía los motivos suficiente para provocarle el llanto… estaba en una extraña posición, su espalda encorvada y su cabeza llegaba a sus rodillas, seguía llorando. De pronto sintió un escalofrío en el escote trasero de su elegante vestido negro, alguien la tomó del brazo, la levantó, secó sus lágrimas y la besó con vehemencia… ¡era él!
Pero su tristeza no cesó. Hablaron por un rato quien sabe de que. De pronto ella notó algo raro, llovía y él no se mojaba, ni siquiera estaba húmedo, quiso tocarlo y en ese mismo instante su presencia se esfumó como el humo del cigarrillo. Lanzó un grito con estrépito y cerró sus ojos, cuando los abrió noto que estaba acostada en su cama viendo hacia el tejado de su habitación, no recordaba mucho de la noche anterior.
Lorena Rodriguez